lunes, agosto 30, 2010

 

Arte sacro del Tíbet


Un mapa del Tíbet en la forma de una mujer demonio. Dibujo a color sobre papel. 77.5 x 152.5 cm. Siglo XX. Norbulingka, Lhasa.

Muchos críticos y académicos consideran el arte tibetano como una de las formas de arte sacro más avanzadas y sobresalientes en el mundo. La gran mayoría de sus obras, en cualesquiera género que se prefiera, está íntimamente relacionada con la religión y su temática es predominantemente acerca de deidades.
Una deidad que se representa comúnmente es Avalokitesvara, o mejor conocida en tibetano como Chenrezig. Con frecuencia se la representa como una diosa con miles de brazos que tienen un ojo en la palma de cada mano. Este simbolismo representa que la deidad es compasiva y puede atender a todas nuestras plegarias.
Existe una leyenda acerca del origen del pueblo tibetano. La misma narra que el bodhisattva Avalokitesvara (Chenrezig, en tibetano) se transformó a sí en un mono y se casó con una Rāksasi (ogro femenina). De esta unión surgieron muchos hijos, que a su vez siguieron reproduciéndose y finalmente se convirtieron en los antepasados de los tibetanos.
Aparte de dar una explicación acerca del origen legendario de ese pueblo, la narrativa también sirve para demostrar que el budismo ha sido durante mucho tiempo, parte integral de la identidad tibetana. A pesar de ser una secta budista, el budismo tibetano difiere grandemente de las otras escuelas budistas en términos de ritos, iconografía y representaciones artísticas.



Sahasrabhuja Avalokitesvara o Diosa de la Misericordia de mil brazos. Bronce enchapado en oro con incrustaciones de turquesas y pigmentos minerales. 77 cm. Siglos XVII y XVIII. Norbulingka, Lhasa.



Durante siglos, el Tíbet ha estado oculto detrás de un velo de misterio debido a su remota localidad en un amplio altiplano rodeado por las escarpadas cordilleras de los Montes Himalaya y Kunlun. Aislado en su hogar de tierras altas a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, el pueblo tibetano ha desarrollado su propio lenguaje oral, escritura y coloridas costumbres desde tiempos remotos.
El budismo fue introducido en el Tíbet por primera vez en el siglo VI. En un gesto para mantener buenas relaciones, la corte imperial china durante la dinastía Tang (618-917) envió a la princesa Wen-cheng al Tíbet como esposa del rey tibetano. Como la princesa era una devota budista, ella llevó consigo sus escrituras religiosas. Las escrituras sagradas fueron posteriormente traducidas al tibetano, lo que ayudó a que los estudios budistas echasen raíces allí.
La escuela Vjarayana del budismo, conocida también como la secta del Vehículo del Diamante, se desarrolló en India en el siglo IX. Posteriormente, esta forma de budismo se expandió al Tíbet donde se convirtió en una mezcla del hinduismo y los elementos folklóricos tibetanos. Hoy, la secta religiosa generalizada es conocida como budismo tibetano.
Además de la religión y el arte, el budismo también ha penetrado en otras facetas de la vida diaria de los tibetanos, surgiendo en su literatura, música, danza, educación, e incluso nociones de medicina. Así, el budismo se ha convertido en cuerpo y alma de la cultura tibetana.
Las obras y los artefactos más destacados del arte tibetano se encuentran en las colecciones de museos en Tíbet, Hopei y Pekín; así como importantes monumentos arquitectónicos tibetanos, tales como el Palacio de Potala, Norbulingka, Mindroling, así como los monasterios de Sakya, Palcho, Salu y Tashilhunpo.
Por la diversidad de fuentes originales, existe una riqueza de expresiones, quen revelan una buena parte de los misterios del budismo tibetano. Aprender a apreciar lo exquisito y sublime del arte tibetano, se puede lograr un mejor entendimiento de la historia y cultura del Tíbet.
En la antigüedad, el Tíbet estuvo dividido en varios pequeños reinos. En el siglo IV, estuvo gobernado por una alianza formada entre tres poderosas tribus: Zhangzhung, Tibet y Sump. Durante el siglo VII, Songtsän Gampo, rey de la tribu Tibet, unió los pueblos de la meseta tibetana y expandió su influencia hasta India y el Asia Central. Al casarse con la princesa Wen-cheng, se afianzó el budismo en el reino, ya que la princesa era una devota budista y trajo consigo imágenes, sutras y monjes budistas.
El budismo tibetano hace énfasis en las prácticas tántricas y las enseñanzas de Buda. Antes de que un monje tibetano pueda convertirse en un maestro calificado, él debe pasar por un entrenamiento y rígidas pruebas. Este tipo de budismo no sólo involucra la adoración de una variedad de deidades, sino que también requiere de una dedicación a la celebración de complejos rituales que encierran una amplia gama de disciplinas. En todo el mundo, posiblemente no existe otra religión que sea devota a tantas deidades y use un tal caleidoscopio de objetos rituales como el budismo tibetano.




Tazón Kapala, hecho con un cráneo humano y ricamente decorado con bronce enchapado en oro e incrustaciones de turquesas, gemas y perlas. 25,5 cm. Siglo XIX. Museo del Tíbet, Lhasa.



Entre los objetos rituales que generalmente se usan en el culto del budismo tibetano podemos encontrar los vajras, conocidos también como bastones de diamante, y campanas vajras. Los lamas generalmente sostienen en sus manos estos dos tipos de objetos cuando cantan los mantras budistas.
Los tibetanos honran los huesos de monjes venerables, y con frecuencia los usan para hacer objetos sagrados con propósitos ceremoniales. Los rosarios hechos con tales huesos son indispensables para ejecutar rituales tántricos. Los rosarios de hueso deben ser llevados en cinco diferentes partes del cuerpo del devoto: la cabeza, las orejas, el cuello, los brazos y la cintura.
Debido a su compleja interacción con los países vecinos, especialmente India, muchas tradiciones hindúes se han integrado en la cultura tibetana, y esto se refleja particularmente en las artes. Así, los cinco budas Dhyani, los ocho grandes bodhisattvas y otras imágenes de fieras deidades que eran veneradas en el budismo antiguo de India, son los temas más comunes de las obras artísticas tibetanas. Los estilos artísticos, por ende, han sido profundamente influenciados por los conceptos estéticos hindúes.
Durante los siglos X y XIII, se introdujo el Tantra Anuttarayoga, que estaba de moda en India. Con éste, se trajeron nuevas imágenes religiosas, especialmente muchas deidades femeninas.
El arte budista tibetano maduró después del siglo XIII, y se comienzan a observar características étnicas propias en su iconografía y estilo. Desde el siglo XIV hasta el siglo XIX, el arte tibetano comenzó a ser fuertemente influenciado por los estilos chinos, debido a sus frecuentes contactos durante las dinastías Yuan, Ming y Ching (Qing).
Tras su conquista por los mongoles durante la dinastía Yuan; Kublai Khan, fundador de dicha dinastía, nombró a Chögyal Phagpa su consejero espiritual, otorgándole el título de Preceptor Imperial en 1260. A partir de entonces, la Corte Imperial Yuan apoyó fuertemente el budismo tibetano, asignando con frecuencia monjes budistas a la corte.
La siguiente dinastía Ming (1368-1644) siguió consolidando el proceso de integración que iniciaron los mongoles para crear una nación china multiétnica y unida, adoptando una política conciliatoria hacia el Tíbet.


Chamaripa, uno de los 84 mahasiddhas o grandes adeptos del budismo tibetano, conocido como el “zapatero divino”. Bronce enchapado en oro con incrustaciones de piedras preciosas.


A inicios de la dinastía Ching (1644-1911), se adoptó la política de “promover la Escuela de los Lamas y aplacar a los mongoles”. La familia imperial era muy devota del budismo tibetano y muchos monjes fueron asignados a la corte imperial. Esos contactos entre las dos etnias fortalecieron ambas culturas, la china y tibetana.
Originalmente, el budismo tibetano estaba compuesto de diversas sectas. Entre ellas, las sectas kagyu y gelug (a la que pertenece el Dalai Lama) las más importantes. En 1660, se produjo una rebelión en la provincia Tsang, mayoritariamente de la secta kagyu. El Quinto Dalai Lama se unió con las tropas mongolas y sofocó la rebelión, ordenando el exterminio de todos los miembros de la secta rival.
En el siglo siguiente, se siguió confiscando monasterios kagyu, y forzando a los monjes y creyentes a convertise en la secta gelug. Posteriormente, la secta Gelug, de los lamas, se convirtió en una teocracia dominante, mientras que el resto de la población, mayoritariamente de origen kagyu, fue sometida a un estatus de servidumbre. Con el legado de los budas vivientes y un estatus semidivino, la secta de los lamas consolidó su poder, recurriendo en muchas ocasiones a represiones violentas y sangrientas contra sus opositores.
Hasta 1959, el Dalai Lama presidía sobre todo Tíbet, y las tierras cultivables pertenecían a la clase dirigente y el pueblo trabajaba como siervos en los campos de la teocracia. Las propiedades pertenecían básicamente a dos grupos sociales: los lamas teócratas y los ricos terratenientes seculares.
Desde su nacimiento, el budismo se convierte en parte inseparable de la vida de un tibetano. Cada uno de ellos lleva consigo una rueda de orar, así como rosarios y un gau o altar portátil. Casi todos los hogares tienen imágenes o figuras de deidades budistas, a quienes se les venera.
Aparte de la oración, los tibetanos hacen ofrendas a los dioses, practican la contemplación, y realizan ceremonias y danzas religiosas. Muchos de estos ritos esotéricos sirven como exorcismos contra los espíritus malignos. Incluso en la medicina, se integran los conocimientos médicos tradicionales con los tantras de medicina. Así, Bhaisajyaguru, el Buda de la Medicina, aparece en todos los tankas o enormes pinturas de dioses del panteón tibetano. En pocas palabras, el budismo ha penetrado en cada aspecto de la cultura tibetana, especialmente en las artes.

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