miércoles, julio 30, 2008

 

El Budismo en Vietnam

En Vietnam, el budismo ha sido un tanto diferente a lo que podría ser considerado como la “norma” del budismo clásico del Sudeste Asiático, ya que ha sido fuertemente influenciado por la presencia china durante siglos.
Históricamente hablando, el budismo jugó un papel sobresaliente en la defensa de los valores tradicionales en los países del Sudeste Asiático. Cuando uno de estos países era dominado por una potencia colonialista, surgían movimientos nacionalistas inspirados en el budismo, donde sus miembros manifestaban claras tendencias religiosas.
Esta realidad prevaleció hasta nuestros tiempos, y en Vietnam, fue patética su influencia con el ejemplo de los monjes budistas que se inmolaron a sí mismos en los años sesenta en contra de la presencia de las tropas estadounidenses y de otros países occidentales.
A pesar de los desafíos que ha sufrido en budismo frente a la ciencia y la tecnología de los tiempos modernos, la religión ha ofrecido en ese país un fuerte apoyo ideológico y cultural a los esfuerzos nacionalistas y de modernización. El budismo también ha ofrecido soluciones a los cambios políticos, económicos y sociales por los que ha pasado el país. Con el triunfo de la revolución comunista, el budismo ha sido desplazado de un poder espiritual a un medio mediador de los valores culturales.

El monje budista Thich Quang Duc inmolado en una calle céntrica de Saigon. La foto es uno de los iconos de la Guerra de Vietnam.

El budismo entró a Vietnam en dos oleadas significativas. La primera fue la llegada de letrados y misioneros de la escuela Mahayana de India varios siglos antes de la Era Cristiana. Ellos presentaron la doctrina budista tanto a la élite ilustrada como a los campesinos.
Alrededor de dos siglos después de la Era Cristiana, se produjo la segunda oleada budista al país. En esta ocasión, fueron los monjes de la escuela Theravada, provenientes de China. A partir de ese entonces, esas dos escuelas del pensamiento budista coexisten en toda la geografía de Vietnam.
La forma predominante de budismo en Vietnam es una combinación de la tradición de la Tierra Pura y el Thien (Chan, en chino; o Zen, en japonés). La práctica del Thien o Chan, con su hincapié en la meditación se concentra principalmente entre los miembros de la Sangha (comunidad religiosa); mientras que los laícos prefieren la filosofía y práctica de la Tierra Pura.
En el sur, existe una importante minoría que practica el budismo Theravada (del Vehículo Pequeño), mayormente entre las personas de etnia khmer (camboyana), aunque muchos vietnamitas de la región también son seguidores de esta escuela. En algunos sitios, como la Universidad Budista Van Hahn de la ciudad Ho Chih Min, los monjes theravada estudian juntos con sus compañeros mahayanos.
También existe una forma particularmente vietnamita de budismo que ha evolucionado en las provincias sureñas, consistente en una exitosa combinación de las sectas Theravada y Mahayana. Siguiendo la filosofía Mayahana en casi todo su contexto, la Sangha observa rigurosamente el código ético Vinaya y sus miembros salen diariamente a la tradicional rutina de solicitar limosna. El Venerable Minh Dang Quang es considerado el fundador de esta versión de budismo vernacular vietnamita.
Pero, al igual que la mayor parte de los países asiáticos, el sincretismo religioso también prevalece en Vietnam, y eso es notorio no sólo con el budismo, sino también dentro del contexto de otras religiones. Se dice que los “vietnamitas son confucianistas en tiempos de paz y budistas en tiempo de intranquilidad”.
El confucianismo y el taoísmo jugaron un papel esencial en el desarrollo del budismo en Vietnam. La tendencia natural de la filosofía taoísta hacia la contemplación y meditación fue un complemento útil para la práctica budista. Como resultado, muchos simbolos y técnicas de meditación taoístas han sido incorporados al pensamiento budista vietnamita. También hay que incluir la tradición animista que ha prevalecido desde tiempos inmemoriales.
En los tiempos de la ocupación francesa, surgieron varias sectas budistas híbridas, y la mayoría de ellas siguen teniendo muchos adeptos, especialmente entre las comunidades vietnamitas en ultramar.
Una de estas sectas en la Hoa Hao, una forma laíca de protestantismo budista militante. También encontramos la secta Cao Dai, que es un intento vietnamita de combinar las mayores religiones del mundo, haciendo hincapié en profecías y rituales. Su organización imita aquélla de la Iglesia Católica, incluyendo una Santa Sede, su propio Papa y cardenales.
Desde la época de la ocupación francesa, hubo un deseo latente entre los líderes budistas de impulsar una revolución social en Vietnam, enfocando en la erradicación de la pobreza, corrupción y violencia. En pleno apogeo de la Guerra de Vietnam, el presidente sudvietnamita, Ngo Dinh Diem, reprimió fuertemente la intervención política del clero budista, cuyas declaraciones tenían considerable peso en el pueblo sudvietnamita.
El 11 de junio de 1963, cuando la rebelión budista en contra de Diem entraba en pleno apogeo, el monje Thich Quang Duc caminó hacia una bien concurrida calle en el centro de Saigon (hoy llamada Ciudad Ho Chi Minh), se sentó en posición de loto y se prendió fuego a sí mismo, ante el asombro y la consternación de los presentes.
La inmolación de Thich Quang Duc tomó por sorpresa a muchos, e incluso causó confusión en el público. Sin embargo, envió un mensaje urgente a las dos partes beligerantes. La imagen de su serena actitud mientras era consumido por las llamas se ha convertido en una de las imágenes más permanentes de esa cruel guerra, que junto a aquella foto de la niña desnuda que corre desesperadamente del pavoroso incendio causado por una bomba napalm, muestran tal vez la intensa pasión del budismo y sus adherentes.
A sentarse en la clásica forma del loto adoptada milenios atrás por Buda, Quang Duc quiso resaltar el sentido de moralidad y responsabilidad hacia otros que va más allá de los sistemas culturales y políticos mundanos. Fue un mensaje tanto para los norteamericanos, como para los vietnamitas. Fue un mensaje tanto de reconciliación como un llamado a la rebelión.
Aunque dentro del canon confucianista, que aún influye moralmente en el pueblo vietnamita, la muerte de Quang Duc fue un “suicidio tranquilo y caballeroso (o del hombre recto) que expresa su resignación e impotencia para resolver un conflicto fundamental”; su suicidio podría ser considerado como una “advertencia de la intolerable brecha entre la moral y la realidad del régimen de Diem.
En agosto de 1963, Diem respondió a las manifestaciones budistas con una fuerte represión y declaró la ley marcial. Como consecuencia, las autoridades estadounidenses comenzaron a sentirse cada vez más molestos por la brutal e inefectiva administración de Diem. Posteriormente, Estados Unidos redujo la asistencia no militar a Vietnam del Sur, comenzó a otorgar asilo político a disidentes sudvietnamitas, y preparó un sangriento golpe de estado en contra de Diem y su hermano, Ngo Dinh Nhu.
La inmolación de Thich Quang Duc tuvo un impacto que se extendió más allá de las fronteras de Vietnam. A la postre, más de cien monjes y monjas budistas siguieron su ejemplo durante la Guerra de Vietnam.
Sin embargo, es ya conocido que en su mayoría fueron víctimas de una macabra operación de Frente Unido por el Vietcong, que se aprovechó del desapego y espíritu de sacrificio de la comunidad budista para anteponerlo ante el régimen de Diem, de inclinación católica.
La reflexión que vale en la actualidad es cuestionar si los grandes ejemplos de altruismo, valor y activismo espiritual que mostraron Thich Quang Duc y sus seguidores a la hora de la inmolación, han contribuido realmente a una mejor justicia social y mayor igualdad en la Vietnam socialista que existe en actualidad.
Tras la caída del régimen de Diem, la Asociación Budista Unificada, bajo el liderazgo de Thich Tri Quang and Thich Thien Minh, siguió políticamente activa. Sin embargo, la llegada del régimen socialista las actividades de la misma han sido prohibidas. Poco después de la caída de Saigon y la ocupación comunista del Sur, Thich Tri Quang fue puesto bajo arresto domiciliario de nuevo, al igual que en los viejos días del régimen pro-occidental al que tanto se opuso.
Los principales líderes de la Asociación, incluyendo a Thich Huyen Quang y Thich Quang Do, han sido virtualmente puestos bajo arresto domiciliario, y se encuentran principalmente confinados a sus templos. Recientemente, Thich Quang Do se dirigió a los presentes en una manifestación de campesinos en la ciudad Ho Chi Minh, lo cual ha reforzado la vigilancia gubernamental sobre la Asociación y sus seguidores.
Después estar 26 años en prisión, el monje Thich Thien Mien fue liberado en 2005, procediendo luego a formar una asociación de ex prisioneros políticos y religiosos. Como resultado de tal acción, Mien fue detenido e interrogado por la policía por supuestas actividades anti-gubernamentales.
Por otro lado, cuatro budistas de la secta Hoa Hao fueron sentenciados en 2007 en Dong Thap, a condenas de cuatro a seis años de prisión por “causar desorden público” tras participar en una protesta contra el encarcelamiento de varios miembros de su secta en 2006.
En febrero de 2007, varios centenares de monjes budistas de la etnia Khmer (camboyanos, conocidos también como Kampuchea Krom) realizaron una manifestación pacífica en Soc Trang, pidiendo mayor libertad religiosa. La policía dispersó a los manifestantes y arrestó a los líderes de la protesta. Cinco de ellos fueron sentenciados a penas de dos a cuatro años de prisión por “causar desorden público”.
Un monje de esa misma etnia, Tim Sakhorn, fue detenido, expulsado de la Sangha y deportado a Vietnam por las autoridades camboyanas en junio de 2007. En noviembre de ese año, fue condenado a un año de prisión por atentar contra la unidad nacional.
Sin embargo, a pesar que el budismo ya no es la religión oficial del Estado, se estima que alrededor del 90 por ciento de los vietnamitas son budistas, y su predominio durará muchos siglos más, por más que el régimen socialista intente disminuirle importancia.
En el fondo, Vietnam sigue siendo un país profundamente budista. La Sangha se encuentra muy integrada a la comunidad y los templos con frecuencia mantienen escuelas, orfanatos, clínicas y hogares para los discapacitados, ofreciendo servicio directo a la población.
Por otro lado, los laicos juegan un papel importante en la vida religiosa. Las circunstancias históricas han generado muchas persecusiones contra las diversas sectas budistas en los últimos cincuenta años.
Las principales festividades budistas que se celebran en el país son el Vesak (Natalicio de Buda) y el Vulan o Ullambana (Festival de las ánimas o de piedad filial). Generalmente, los vietnamitas suelen visitar los templos en el décimoquinto día del mes lunar, así como durante los diversos días feriados del budismo. Muchos creyentes se colocan una túnica gris sobre su ropa normal al ingresar a un templo budista, para demostrar su determinación de ser un budista de convicción.
Los monjes son denominados como “maestros” (thay), mientras que las monjas son llamadas “hermanas” (su co). Todos los que son consagrados en la vida religiosa adoptan el apelativo Trich, que denota que se han tomado votos de desapego del mundo material, apartándose incluso de su familia terrenal, para unirse a la Sangha o comunidad budista. Muchos vietmanitas humildes ingresan a la Sangha para poder recibir educación superior, y muchos llegan a dominar algún idioma extranjero, generalmente el chino, francés o inglés.
Entre los budistas, el saludo consiste en juntar las palmas de sus manos a la altura del pecho y decir Mo Phat (Alabado sea Buda). Otra forma de saludo consiste en recitar el nombre Amitabha Buda.
Las características más significantes del pensamiento budista en Vietnam es la integración de las tradiciones animistas, budistas, confucianistas y taoístas. En este aspecto, el caso vietnamita es prácticamente único. Los rituales, creencias y nociones de su forma religiosa reflejan cada una de esas tradiciones.
Un segundo aspecto que sobresale en el budismo vietnamita ha sido el desarrollo en dos etapas de las escuelas Mahayana y Theravada en el país. Las dos escuelas no sólo representan la existencia de diferencias en sus doctrinas y enfoque teológico básico, sino que también reflejan la influencia cultural de dos diferentes naciones: India y China.

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sábado, julio 26, 2008

 

Las comparsas de templo en Taiwan

Neimen es un pequeño pueblo ubicado en el sureño distrito de Kaohsiung. Su población se dedica básicamente a la agricultura y su ritmo de vida es por lo general muy tranquilo. El área es famosa por su Valle de la Luna, una formación de origen volcánico caracterizada por un enorme paraje desolado y desprovisto de vegetación. Allí, los viajeros concurren para contemplar los pequeños volcanes de fango, que en vez de arrojar lava y fuego, echan bocanadas de lodo y gas metano. Los guías locales suelen impresionar a los visitantes echando pedazos de papel encendido que al contacto con el metano producen una gran llamarada.
Este pintoresco pueblo es famoso por su comparsa Sung Chiang. En el Templo Tzichu, ubicado en el centro del poblado, casi todos los residentes del poblado se reunen para participar en el carnaval cultural.
La comparsa Sung Chiang es una tradicional forma de desfile y danza ritual que se realiza en las calles o patios de templo durante muchos festivales religiosos. Se le conoce en chino como cheng-tou, que literalmente quiere decir "formaciones de batalla".
Las cheng-tou o comparsas de templo son un arte de representación que combinan las ideas religiosas de respeto a los dioses y temor a las ánimas; los conceptos morales de piedad filial e hidalguía; juntos con los movimientos y ritmos de las artes marciales chinas.
Por lo general, este género de actuación callejera presenta narraciones legendarias que combinan lo real con lo fantástico. Es una de las pocas danzas folklóricas que se han preservado más o menos completas. Sus orígenes se remontan a los difíciles días cuando llegaron los primeros inmigrantes a Taiwan provenientes del sur de China continental.
Eran días terribles, donde los primeros pobladores tuvieron que abrirse campo en medio de un entorno agreste, luchar contra tribus hostiles y enfrentarse a un futuro incierto. Al amanecer cada día, muchas arduas labores esperaban en el campo y para mantenerse en buenas condiciones, los varones practicaban las artes marciales en sus tiempos libres.
De esta manera, comenzaron a aparecer las primeras actuaciones de artes marciales en las fiestas religiosas en ocasión del cumpleaños de la deidad venerada en un determinado templo.

Las orquestas de música china tradicional son indispensables para dar acompañamiento a las comparsas de templos. En Taiwan, prevalecen los géneros musicales del Sur de China.

Con el tiempo, estas actuaciones de artes marciales fueron sofisticándose y se convirtieron en grupos formales que recibían entrenamiento y alguna forma rudimentaria de coreografía.
Las comparsas de templo combinan elementos de las artes marciales, tácticas militares, creencias religiosas y entretenimiento. En la antigua sociedad agrícola de la isla, el regionalismo era muy acentuado y cada poblado guardaba celosamente sus propiedades y el honor de su gente. Las disputas eran comunes y muchas veces se tornaban en violentos feudos de clanes.
Por eso, al celebrarse el natalicio de un dios, esos grupos salían a proteger la imagen sagrada e impartir una sensación de tranquilidad para que los pobladores orasen por la paz y buena fortuna del lugar.
Los actores que participan en las comparsas deben recibir un fuerte entrenamiento en artes marciales. Después de terminar la faena en el campo, todos se reúnen y el entrenador comienza a dirigir sus tropas. Su sencilla voz de mando conlleva la herencia cultural, los valores tradicionales, el sentimiento y el orgullo de la comunidad. Se convierte en un sonido que une al pueblo con la tierra en que vive.
En tiempos de paz y en los festivales de templo, las comparsas competían entre sí en forma amistosa y pacífica. Pero, al estar en peligro el poblado, estas comparsas adoptaban una formación de combate para repeler cualquier agresor.
En la actualidad, las cheng-tou han perdido su papel militar, pero siguen conservando su sentido religioso y su propósito como medio de entretenimiento. En el pasado, cuando no existía el cine ni la televisión, una comparsa de templo constituía un entretenido programa que disfrutaban tanto niños como adultos. Además, la actuación siempre cumplía una función didáctica con las lecciones morales que impartía en las narraciones históricas que presentaba.
La actuación incluía combates cuerpo a cuerpo entre sus miembros y el uso de las 18 armas estándares del arsenal chino. Sin embargo, el alma de la misma radica en la formación de combate. Formaciones tales como la del alacrán, la avispa y el hexagrama usan golpes rápidos y repentinos que tratan de desarticular al enemigo sorprendido. En su coreografía cerrada se integra el pensamiento táctico desarrollado a través de los siglos como valioso aporte de los pensadores militares antiguos.
Sus miembros llevan los rostros pintados. No es un maquillaje, sino una forma de lenguaje visual. En los patrones y colores usados uno puede percatarse de la psicología del color en el arte y pensamiento chinos.
Aparte del aspecto sagrado y solemne de estas actuaciones, también se integran la diversión y el regocijo, que son también parte integral de la vida humana.
Cada comparsa está integrada por un mínimo de 36 actores, pero el número puede aumentar hasta 108 personas. Cada uno de ellos interpretan un papel específico y porta un tipo de arma determinada.
En el transcurso de la actuación, los miembros de la comparsa muestran una apoteósis de hidalgos y patriotas que expresan el deseo de justicia social que siente la gente común.

Una presentación de comparsas de templo siempre constituye una fuente de intenso entretenimiento en las zonas rurales.


Una comparsa de templo formal va acompañada de "cuadros vivos" o carrozas alegóricas decoradas con temas folklóricos tales como cuentos épicos, personajes famosos y leyendas populares.
En el pasado, las carrozas eran sencillas, estáticas y tiradas por bueyes o personas. Hoy, con la tecnología moderna, se han incorporado luces multicolores, efectos con rayos láser, música estéreo y artefactos mecánicos que imparten acción y vida a los cuadros presentados.
A diferencia de las comparsas de los carnavales occidentales, donde el paso de los años ha ido incorporando temas novedosos que van desde personajes de Disneylandia hasta supuestos seres extraterrestres, las comparsas de templo en Taiwan son bastantes estrictas en los temas y personajes que participan en ellas. Se ha conservado la tradición de las formaciones antiguas y resulta difícil tratar de integrar cualquier otro tema o personaje que se aparte de ésto.
Una explicación sobre esta diferencia podría ser el caracter religioso y marcial que tienen tales formaciones en Taiwan. Parecería ilógico la presencia de un personaje de Disneylandia en medio de un grupo de antiguos guerreros. Sin embargo, Mulan, aparece en algunas de las comparsas, pero vestida como auténtica guerrera china y no como la heroína estereotipada de la conocida película de dibujos animados.
La presencia de una o más comparsas en un festival de templo imparte color y vida a cualquier celebración religiosa que se lleve a cabo allí. Además, refuerza el sentimiento y la cooperación comunitaria. Simbólicamente, estas comparsas son giras de inspección en donde los dioses pasan revista a la comunidad.
La gente local, organizada en grupos, se pone sus vestimentas y realiza formaciones marciales para asistir a los dioses en su gira de inspección, a la vez que ahuyenta a los demonios y otras fuerzas malignas.
Las ferias de templo ofrecen una oportunidad para que la gente común deje de lado momentáneamente el trabajo y se reúna con sus vecinos. Y las comparsas que participan en estas ferias son la expresión de una cultura religiosa que ha evolucionado hasta convertirse en el espectáculo de variedades que tenemos en la actualidad.
Después de un día de desfile con la imagen sagrada, la cheng-tou retorna al templo cansada pero alegre. Sus integrantes saben que con su actuación han expresado su gratitud a los dioses del Cielo y la Tierra. Con sus conjuros y danzas centenarias, han podido comunicarse una vez más con el más allá.

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