martes, noviembre 17, 2009

 

Despidiendo al Dios de la Pestilencia

El momento culminante del festival del barco de Wang Yeh es la quema ritual de la embarcación en la playa, para enviar al Dios de la Pestilencia y su carga de males y enfermedades en un largo viaje sin retorno.

Recientemente fuimos un grupo de conocidos al Templo Tunglung, en el sur de Taiwan. Como de costumbre, Peter Chih-lin Hsiao, encargado de relaciones públicas del templo y amigo personal del autor, procuró preparar algo especial para recibirnos. Hace unos meses, nos dio la bienvenida con una espléndida actuación por parte de una orquesta de música tradicional de una escuela primaria local.
En esta ocasión, quiso prepararnos la presentación de un coro de amas de casa y citó a sus integrantes para recibirnos a nuestra llegada. Sin embargo, la noche anterior de nuestro arribo se acordó de algo muy importante: durante un par de semanas después de la quema del barco de Wang Yeh, debe observarse un riguroso silencio en el templo.
En consecuencia, no se permiten sonar tambores o gones, ni tampoco tañir campanas, quemar petardos, realizar actuaciones de ópera local, aplaudir o hacer sonidos muy fuertes; ya que podrían estar “llamando de vuelta al poblado a las deidades despedidas”.
Finalmente, fuimos recibidos con un fuerte apretón de manos y el normal recorrido ritual por las instalaciones del templo, con el fin de realizar los tributos de respeto a las deidades que allí se veneran.
La tradición local de quemar el barco de Wang Yeh cada tres años se remonta a hace más de 300 años, y en vez de disminuir, ha crecido con más fuerza como puede ser comprobado por la asistencia de más de cien mil fieles al recién concluido ritual de ocho días en el puerto pesquero de Donggang, en el sureño distrito de Pingtung.
El evento de Donggang es el mayor de su género en Taiwan, y tuvo su grandioso final a las 5:30 de la mañana del 17 de octubre pasado, cuando la lujosamente decorada embarcación con su rico cargamento de ofrendas fue consumido por las llamas, que simbólicamente se llevaron los malos espíritus y las preocupaciones de los creyentes locales.

El arco de entrada del Templo Tunglung es una imponente estructura de mármol y oro puro, construido a un costo superior a ocho millones dólares estadounidenses.


El Templo en Donggang posee un impresionante arco de entrada de mármol y oro puro, construido a un costo superior a ocho millones dólares estadounidenses. A pesar de estar al descubierto, nadie se ha atrevido a arrancar un pedazo de su estructura de oro, tal vez por temor a la maldición de la deidad principal a quienes se atrevan a tal osadía.
El ambiente sombrío de la ceremonia pone de relieve la firme creencia de los pobladores en que el Dios de la Pestilencia puede ahuyentar los males y librar de epidemias a la localidad.
Lin Mao-hsien, profesor asistente de Cultura y Lengua Taiwanesas de la Universidad Nacional de Taichung, explica el hecho: “Por temor e ignorancia frente a las pestes, tifoidea, cólera y malaria, la gente en el pasado puso su fe en la deidad, pensando que podía repeler esas enfermedades mortales”.
Lo que comenzó como un sencillo rito propiciatorio para aplacar la ira del Dios de la Pestilencia, ha adquirido actualmente proporciones casi místicas. El evento de este año fue particularmente grandioso, ya que incluso hoy en día, se cree que el divino emisario que patrulla el mundo de los mortales cada cierto tiempo, tiene la capacidad para arrancar el virus de la gripe A(H1N1). Por tal razón, fue invocado para ese propósito.
En términos estadísticos, el festival de este año ha sido el más costoso hasta el momento. El Templo Tunglung, que tiene más de 300 años, ha sido el organizador del evento y calcula que se invirtió más de 30 millones de dólares estadounidenses. Esta cantidad es 20% mayor que la invertida en 2006, la última que se realizó la quema del barco de Wang Yeh.
La nave que se quemó este año medía 13,8 metros de longitud por 3,65 metros de ancho y 1,75 metros de alto. Es el máximo tamaño que puede tener la embarcación, ya que si fuera mayor, no podría ser paseada en procesión por las calles de Donggang. Esta tradición es muy importante, ya que se cree que durante su recorrido, el Dios de la Pestilencia pasa recogiendo todos los males en su colorido barco. A la vez, ahuyenta todos los malos espíritus de la zona.
La embarcación lujosamente decorada fue construida con junípero vietnamita de la más alta calidad, y dotada con versiones miniaturizadas a escala de todos los accesorios necesarios para una larga travesía. Allí se introdujo una adecuada cantidad de animales domésticos, diversos tipos de comida, todos los muebles necesarios para la tripulación, así como cañones y armas para que la tripulación fantasmagórica pueda defenderse en caso de ataque.
La nave no fue siempre construida con tanto lujo. Al inicio, era hecha de una armazón de bambú con cuerpo de papel. Según Hsieh Chung-sheng, artesano encargado de construir el barco ceremonial, la primera embarcación de madera se construyó en 1973, cuando los residentes locales tuvieron suficiente dinero para cubrir los gastos.
Hsieh y un grupo de cien trabajadores trabajaron durante más de un año para completar la nave. Su diseño sigue rigurosamente los patrones para construir las antiguas naves de la flota imperial.
Con un promedio de 60 años de edad entre los miembros del equipo, Hsieh se preocupa que la tradición se pierda pronto, ya que los jóvenes no están interesados en aprender este oficio. El mismo comenzó como aprendiz cuando tenía 16 años de edad y ahora tiene 65 años. La construcción de barcos pesqueros con fibra de carbono ha causado la disminución de artesanos navales que trabajen la madera.
Una vez terminada la nave, se realiza el rito del “bautizo” de la misma y se colocan las cinco banderas de las tropas celestiales para que custodien la embarcación ceremonial. También se designa al capitán que servirá de timonel en el viaje por el fuego. El mismo es subido a un altar y se le venera respetuosamente hasta el día de la quema del barco.


El pueblo acude a hacerse una “limpia” o rito exorcista para despojarse de la mala suerte, en la entrada del templo.

Una semana antes del día de la quema, se inicia un festival, donde los fieles acuden al templo a quemar incienso y papel moneda votivo, orar y hacerse “limpias” con los representantes celestiales especialmente designados para la extraordinaria ocasión.
En vísperas de la quema, la nave ceremonial es paseada en procesión por todo el pueblo desde temprano en la mañana y regresa al templo alrededor de las seis de la tarde. Después de los ritos taoístas, la embarcación es llevada a la playa a las dos de la mañana del día siguiente, donde se procedera a la quema ritual.
Wang Yeh o Dios de la Pestilencia es la deidad más importante en los poblados en la costa sudoccidental de Taiwan, después de Matsu, la Diosa del Mar. Se estima que sólo en el distrito de Pingtung existen alrededor de un centenar de templos dedicados a la deidad.
Los orígenes de la quema del barco de Wang Yeh se remontan a la dinastía Sung (960-1279), cuando las condiciones sanitarias en el sur de China no eran tan buenas y las plagas ocasionaban con frecuencia la muerte masiva en los poblados costeros. La gente decidió construir embarcaciones de madera, paja y papel para ser quemados en el mar o los ríos, simbolizando el envío de los males y enfermedades a tierras lejanas.
Cuando los primeros inmigrantes chinos llegaron a Taiwan a fines del siglo XVI, replicaron la tradición para garantizar su salud y alcanzar la paz mental.
Después que la nave ha sido consumida por el fuego voraz, las cenizas se van esparciendo con el viento a medida que amanece. Así, se asegura de nuevo esa paz mental por otros tres años, hasta que se vuelva a realizar otra vez ese interesante y colorido ritual.

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